Estudiar con gatos (Parte II)
Y aunque parezca mentira, la cosa se pone generalmente mucho mejor. Dos gatas a falta de una. Una encima de los apuntes y tapándome la luz del flexo. La otra reclamando mi atención desde mis rodillas.
Al final estas conseguirán lo que nunca se vió: que me vaya a estudiar a una biblioteca.
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